Reflejo de la Vida.



Había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo a la entrada de un pueblo.


Un día pasó un joven se acercó y le preguntó lo siguiente:


-Nunca he venido por estos lugares, ¿cómo son la gente de esta ciudad?



El anciano le respondió con otra pregunta:


-¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde vienes?



-Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haber salido de allá.



-Así son los habitantes de esta ciudad,


-le respondió el anciano.




Un poco después, pasó otro joven, se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta:



-Voy llegando a este lugar, ¿cómo son los habitantes de esta ciudad?



El anciano le respondió de nuevo con la misma pregunta:



-¿Cómo son los habitantes de la ciudad de donde vienes?



-Eran buenos y generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores.


Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos.



-También los habitantes de esta ciudad son así,


-respondió el anciano.



Un hombre que había llevado sus animales a beber agua al pozo y que había escuchado la conversación, en cuanto el joven se alejó le dijo al anciano:



-¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta realizadas por dos personas?



-Mira



-respondió el anciano



-cada persona lleva el universo en su corazón.



Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí.



En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también aquí encontrará amigos fieles y leales.



Porque las personas son lo que encuentran en sí misma, encuentran siempre lo que esperan encontrar.


Cuento sufi

Las Estrellas de Mar.


Había una vez un escritor que vivía a orillas del mar;



una enorme playa virgen donde tenía una casita donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para su libro.



Era un hombre inteligente y culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida.



Una mañana mientras paseaba a orillas del océano vio a lo lejos una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando.



Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar.



El hombre le preguntó al joven qué estaba haciendo.



Éste le contestó:


-Recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar; la marea ha bajado demasiado y muchas morirán.



Dijo entonces el escritor:



-Pero esto que haces no tiene sentido,



primero es su destino,



morirán y serán alimento para otros animales y además hay miles de estrellas en esta playa,



nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas.



El joven miró fijamente al escritor,



cogió una estrella de mar de la arena,



la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó:



-Para ésta sí tiene sentido.



El escritor se marchó un tanto desconcertado,



no podía explicarse una conducta así.



Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y en la noche no durmió bien,



soñaba con el joven y las estrellas de mar por encima de las olas.



A la mañana siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar estrellas.



Anonimo.

El Maestro Samurai.


Había una vez en el antiguo Japón,


un viejo samurai,


ya retirado que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos.



A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.



Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género.


Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación.


Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante.


Nunca había perdido un combate.



Sabiendo de la fama del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible.



El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar.


El joven empezó a insultar al viejo maestro.


Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados.


Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible.


Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.



Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.



-Si alguien te hace un regalo y tu no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo?


-preguntó el samurai.



-A quién intentó entregarlo


-respondió un discípulo.



-Pues lo mismo vale para la rabia,


la ira,


los insultos y la envidia


-dijo el maestro


-, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.


Cuento Sufi.

El Asno y el Camello.



Un asno y un camello caminaban juntos.



El camello se movía con pasos largos y pausados.



El asno se movía impacientemente tropezándose de vez en cuando.



Al fin el asno dijo a su compañero:


-¿Cómo es que me encuentro siempre con problemas, cayéndome y haciéndome rasguños en las patas,


a pesar de que miro cuidadosamente al suelo mientras camino,


mientras que tú que nunca pareces ser consciente de lo que te rodea,


con tus ojos fijos en el horizonte,


mantienes un paso tan rápido y fácil en apariencia?




Respondió el camello:


-Tu problema es que tus pasos son demasiados cortos y cuando has visto algo es demasiado tarde para corregir tus movimientos.



Miras a tu alrededor y no evalúas lo que ves.



Piensas que la prisa es velocidad,



imaginas que mirando puedes ver,



piensas que ver cerca es lo mismo que ver lejos.



Supones que yo miro el horizonte,



aunque en realidad sólo contemplo hacia el frente como modo de decidir qué hacer cuando lo lejano se convierta en cercano.



También recuerdo lo que ha sucedido antes y así no necesito mirar hacia atrás y tropezar una vez más.



De este modo lo que te parece confuso o difícil se vuelve claro y fácil.



Idries Shah

¿Buena suerte o mala suerte?


¿Buena suerte o mala suerte?


Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo.


Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado.
Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra.
El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!


El hombre lo miró y le dijo:


-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido.


El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:


-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!


El hombre lo miró y le dijo:


-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna.


Otra vez el vecino fue a decirle:


-¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.

El hombre, otra vez lo miró y dijo:


-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla.
Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado.
Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota.
¡Qué buena suerte has tenido!


Otra vez el hombre lo miró diciendo:
-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.


"Cuento Sufi"